“Fuimos canciones” en la novela de la vida

“Fuimos canciones” en la novela de la vida

Septiembre de 2021 supuso la vuelta de la Feria del Libro a la capital española, Madrid, tras haberse iniciado la temerosa pandemia. Solo podía sentir envidia de ver a autores de diferentes índoles en el Retiro contemplando como una cantidad sorprendente de lectores se sentían encandilados ante el deseo de ver firmados sus libros, que muchas veces llegan a ser tratados como hijos.

Aunque cada ejemplar firmado contenga parte del ADN de la persona idolatrada en forma de firma, cada página contiene una parte del cuerpo humano de cualquier rostro idolatrado en las interminables casetas y, por supuesto, en redes sociales.

Al fin y al cabo, cada persona es un mundo y, precisamente ese universo lleva a ser considerado como objeto de libro. Unos tienen un universo de yupi idóneo para estar en las nubes, y otros simplemente utilizan su propia realidad para que la ficción se asemeje a la realidad cotidiana de los mortales.

Precisamente esta reflexión la tuvieron dos familiares míos cuando decidieron regalarle el libro Fuimos canciones de Elisabet Benavent o Beta Coqueta a mi hermana cuando su autoestima no pasaba su mejor momento en pleno auge del estresante año preuniversitario.

Precisamente su drama con el amor se asemejaba con el de la protagonista, Macarena, ya que el mero hecho de amar con todas las fuerzas del mundo lleva a que su efecto sea nulo, o mejor dicho, a todos los efectos aditivamente negativos.

Puede ser que las palabras escritas de Elisabet se inspirasen en hechos reales, o simplemente encontrase caracteres similares a su vida cercana, pero su literatura demuestra cómo la vida real engancha a todo mortal.

Da igual que cada personaje tuviera un final más que predecible, pero el encandilamiento acechó en el corazón al encontrar como cada éxito y fracaso de la vida cuentan como una trama infravalorada por los mortales.

Simplemente el mero hecho de sentirnos protagonistas para la eternidad nos conmueve, sea cuál sea la durabilidad de la experiencia que catalogamos como ser contada. Precisamente la percepción sensorial de cualquier canción que nos conmueve aparece en paralelismos vitales en la trama del libro y en cualquier historia colada en nuestros corazones.

De este modo, lo cotidiano acaba poniéndose a la altura de cualquier elemento ficticio para percibir que cada uno tiene su dosis de originalidad con dotes comunes a los mortales.

Cada momento es distinto a cada persona y la intensidad, aunque tenga durabilidades dispares, siempre buscamos los modelos en los reflejarnos. Yo lo hice en los escritores dispuestos a firmar en Madrid y Elisabet en cada personaje dispuesto a absorber una personalidad familiar para ella, pero con la magia de hacer diferente lo común.

Kylian Márquez @viviendoentreteclas