EL MITO DE LOS CASCOS VIKINGOS CON CUERNOS
Hasta no hace mucho tiempo, ya fuera en series o en películas, la figura de los vikingos se nos fue presentada como la de unos temibles guerreros escandinavos que atacaban y saqueaban con una gran brutalidad siempre portando un casco con cuernos. Sin embargo, actualmente, gracias a series como Vikingos o videojuegos como Assassins Creed Valhalla, esta imagen ha empezado a cambiar; sobre todo lo referente a los cascos con cuernos que los vikingos jamás portaron. ¿Pero de dónde viene esta creencia? Hoy hablaremos de los orígenes del mito y como se extendió.
Un pasado malinterpretado
Como ya he mencionado, durante mucho tiempo, este falso histórico de los cascos con cuernos se ha extendido y ha quedado en nuestro subconsciente a través de una expansión visual a través de imágenes. Y es de esta manera como empezó el mito en el siglo XIX.
En la Europa del siglo XIX, el sentimiento nacionalista empezó a florecer con mucha fuerza. Todas las naciones empezaron a buscar sus raíces históricas para justificar su presencia en el mundo y para demostrar que eran un gran país ya desde sus orígenes.
En su caso, Suecia decidió remontarse en esa búsqueda de sus raíces en los poderosos y temidos vikingos y la manera de mostrar ese pasado glorioso que despertarse el sentimiento nacional al pueblo sueco era a través de la literatura y la pintura. De esta manera, en 1820, el escritor Esaias Tegnér reeditó el libro La saga de Frithiof, una saga de poemas islandeses del siglo XII.
Para hacer más entretenido el libro, Tegnér contó con el pintor Gustav Malström y una serie de ilustraciones. Entre ellas, Malström representó a los vikingos como feroces guerreros que portaban cascos con alas de dragón o los famosos cuernos. Podríamos decir que aquí nació el mito. Sin embargo, los historiadores siempre decimos que todo son suposiciones hasta que se encuentran evidencias y, como he dicho, este mito no tiene evidencias para volverse algo real. El problema es que el mito empezó a hacerse real, en cierta manera, con unas evidencias, pero que se malinterpretaron.
En la década de 1840, el sacerdote y experto en petroglifos Axel Emanuel Holmberg encontró los llamados Petroglifos de Tanum. Este yacimiento, situado en Suecia, cuenta con más de 25 kilómetros de grabados rupestres que corresponderían a la Edad del Bronce, entre el 1800 y el 500 aC. La cosa es que, entre estas representaciones, aparecen dibujados unos humanos con lo que parecerían unos cuernos y, para más inri, Holmberg dató estas representaciones en la época vikinga, etapa muy posterior a la del yacimiento.
Esta falsa afirmación de Holmberg quedó como una verdad absoluta en una época en la que el sentimiento nacional y la búsqueda de los orígenes de la nación y el pueblo para reforzar dicho espíritu nacionalista se encontraba en auge en la Europa del siglo XIX. Hay que decir que unos 20 años después, la datación de estos restos fue corregida al ver, entre otras cosas, otros yacimientos cercanos como dólmenes y menhires que afinaban la datación del yacimiento, sin embargo, el mito ya se había extendido por el continente gracias a las artes.
Extendiendo el mito
Hay que decir que los que más ayudaron a expandir el mito al resto del continente fueron la música y la pintura.
A mediados del siglo XIX, en la Europa central nació el movimiento cultural del Romanticismo. Este movimiento se centra en la exaltación de los sentimientos y destaca los elementos antiguos y el pasado. Este movimiento cultural fue el perfecto acompañamiento para ese movimiento nacionalista y patriótico que se estaba desarrollando en Europa.
En el caso del falso histórico que nos ocupa debemos ir a Alemania, la cuna del Romanticismo. En Alemania se centraron mucho en los mitos y las leyendas de origen germánico y nordico porque, para ellos, las raíces de su nación se encontraban en ellas. Es por esta razón que la idea de los vikingos llegó, pero quien lo expandió fue el gran compositor de óperas Richard Wagner.
Wagner es conocido por ser una de las figuras principales de la ópera de mediados y finales del siglo XIX con obras tan reconocidas como El Anillo de los Nibelungos, Tristán e Isolda o Parsifal; sin olvidar su faceta de compositor con el mítico himno de La Cabalgata de las Valkirias.
El caso es que estas obras comparten elementos comunes como que son representaciones que tienen referencias a la mitología nórdica y germánica y a que tiene un protagonista y un antagonista principales. El héroe se llama Sifrid quien porta siempre un casco con dos alas mientras que Hagen, el malo y contraparte del bueno, llevaba un casco con cuernos.
El hecho de que Hagen llevara ese casco lo hacía un vikingo, ya que también adquiría la ferocidad y el espíritu salvaje del pueblo nórdico. Por su parte, las escenografías que Wagner usaba en sus óperas se regían por esta visión estereotipada de los vikingos. El gran éxito de Wagner trajo consigo una expansión de sus obras y, por lo tanto, de su visión del pueblo vikingo. El ejemplo más claro lo tenemos en obras ya del siglo XX como El funeral de un vikingo del inglés Francis Dicksee.
Carlos Llanas
@carlosllanas_ @rincondhistoria